lunes, 5 de julio de 2010

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RABINDRANATH TAGORE
Mis recuerdos - 1912

5/10
[mr.camping]



El cielo estaba nublado. Yo estaba jugando por la larga veranda que daba a la calle 7. De pronto, Satya, por alguna razón que no recuerdo, decidió asustarme gritando: «¡Policía, policía!». Mi noción de los deberes de un policía era vaga en extremo. Sin embargo, de una cosa estaba seguro: una vez en manos de uno de ellos, una persona culpada de un crimen desaparecería y no sería vista nunca más, tan cierto como un desgraciado al que atrapara un cocodrilo. No sabiendo cómo un chico inocente podía escapar a tan implacable castigo, huí a las habitaciones del interior8, mientras por la espalda me bajaban escalofríos de miedo ciego a los policías que me perseguían. Le comuniqué a mi madre la noticia de mi inminente perdición, sin embargo no pareció preocuparla mucho. A pesar de ello, no iba a correr ningún riesgo; me senté en el umbral de su puerta para leer el Ramayana, perteneciente a una vieja tía, con hojas con los picos curvados por el desgaste y una cubierta de papel veteado. Frente a mí se extendía la veranda que recorría los cuatro lados del patio interior, brillando con suavidad a la luz de un cielo cubierto al atardecer. Al encontrarme llorando a causa de una escena triste, mi tía abuela me quitó el libro.

domingo, 4 de julio de 2010

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FEDERICO GARCÍA LORCA
La zapatera prodigiosa - 1930

6/10
[mr.camping]



ZAPATERA: Cállate, larga de lengua, penacho de catalineta, que si yo lo he hecho... si yo lo he hecho, ha sido por mi propio gusto... Si no te metes dentro de tu casa te hubiera arrastrado, viborilla empolvada; y esto lo digo para que me oigan todas las que están detrás de las ventanas. Que más vale estar casada con un viejo que con un tuerto, como tú estás. Y no quiero más conversación, ni contigo ni con nadie, ni con nadie. (Entra dando un fuerte portazo.) Ya sabía yo que con esta clase de gente no se podía hablar ni un segundo..., pero la culpa la tengo yo, yo y yo..., que debí estarme en mi casa con... casi no quiero creerlo, con mi marido. Quién me hubiera dicho a mí, rubia con los ojos negros, que hay que ver el mérito que esto tiene, con este talle y estos colores tan hermosísimos, que me iba a ver casada con... me tiraría del pelo.