domingo, 5 de febrero de 2012

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MARCEL PROUST
En busca del tiempo perdido (I)- Por el camino de Swann - 1913
  

10/10
[mr.kamping]


“Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes,  sus  desastres  en  inofensivos  y  su  brevedad  en  ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es  que  era  yo  mismo. Dejé  de  sentirme  mediocre,  contingente  y mortal. ¿De  dónde  podría  venirme  aquella  alegría tan fuerte?  Me daba  cuenta  de  que  iba unida  al  sabor del  té y del  bollo, pero  le excedía en mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un  segundo  trago,  que  no  me  dice  más  que  el  primero;  luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí.

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