sábado, 5 de mayo de 2012

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GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ 
Vivir para contarla - 2002
  

8/10
[mr.kamping]


“No puedo imaginarme un medio familiar más propicio para mi vocación que aquella casa lunática, en especial por el carácter de las numerosas mujeres que me criaron. Los únicos hombres éramos mi abuelo y yo, y él me inició en la triste realidad de los adultos con relaciones de batallas sangrientas y explicaciones escolares del vuelo de los pájaros y los truenos del atardecer, y me alentó en mi afición al dibujo. Al principio dibujaba en las paredes, hasta que las mujeres de la casa pusieron el grito en el cielo: la pared y la muralla son el papel de la canalla. Mi abuelo se enfureció, e hizo pintar de blanco un muro de su platería y me compró lápices de colores, y más tarde un estuche de acuarelas para que pintara a gusto, mientras el fabricaba sus célebres pescaditos de oro. Alguna ves le oí decir que nieto iba a ser pintor, y no me llamó la atención, porque yo creía que lo pintores eran sólo los que pintaban puertas.

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