jueves, 4 de marzo de 2010

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OSCAR WILDE

La importancia de llamarse Ernesto - 1895


9/10

[mr.camping]

“LADY BRACKNELL (Con el lápiz y la libreta en la mano).-Me siento en la obligación de decirle que usted no está en mi lista de jóvenes candidatos, aunque tengo la misma lista que la condesa de Bolton. De hecho, trabajamos juntas. No obstante, estoy dispuesta a anotar su nombre, si sus respuestas son lo que una madre afectiva espera. ¿Fuma usted?
JACK.-Bueno, sí, debo admitir que fumo.
LADY BRACKNELL.-Me alegra oírlo. Un hombre debe tener algún tipo de ocupación. Hay demasiados hombres desocupados en Londres. ¿Cuántos años tiene?
JACK.-Veintinueve.
LADY BRACKNELL.-Una muy buena edad para casarse. He sido siempre de la opinión de que si hay un hombre que desea casarse debería saberlo todo o nada. ¿Qué es lo que sabe usted?
JACK (Después de un momento de indecisión).-No sé nada, Lady Bracknell.
LADY BRACKNELL.-Me complace oírlo. No apruebo nada que intente modificar la ignorancia natural. La ignorancia es una delicada fruta exótica; si la tocas, la marchitas. Tomo la teoría de que la educación moderna es totalmente errónea. Afortunadamente, en Inglaterra, en cualquier escala, no produce ningún tipo de efecto. Si lo hiciera, sería un peligro probado para las clases altas, y probablemente, conduciría a actos violentos en Grosvenor Square. ¿Cuáles son sus ingresos?
JACK.-Entre siete y ocho mil esterlinas al año.
LADY BRACKNELL (Realiza un anotación en su libreta).-¿En terrenos o inversiones?
JACK.-En inversiones, mayoritariamente.
LADY BRACKNELL.-Me satisface oírlo. Entre los deberes que se le exigen a uno durante la vida y los que se le exigen tras su muerte, las tierras han dejado de ser un beneficio o placer. Le dan posición a uno, y lo previenen de aumentarlas. Eso es todo lo que se puede decir sobre las tierras.

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